José María Arguedas, cien años de su nacimiento.

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Escritor, etnólogo y antropólogo. Uno de los tres grandes representantes de la corriente indigenista en el Perú


LA COSMOLOGÍA ANDINO ECUATORIAL

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Diego Velasco Andrade



Para los andino ecuatoriales, el discurrir del tiempo cíclico era sagrado y a nivel solar, cuatro eventos astronómicos constituían su referente para establecer las cuatro markas significativas de su calendario ritual y agrícola: los dos solsticios (el de junio y diciembre) y los dos equinoccios (el de marzo y de septiembre).


Los cuatros eventos importantes en el año




Bien sabían, que a partir de que la madre Tierra Allpa Mama, no se yergue vertical en su vuelo sobre su propio eje (rotación) y alrededor del sol (traslación), la gran clave de la biodiversidad y de la existencia de climas y zonas tórridas y frías, era la inclinación de su eje axial o eclíptica y de sus movimientos pendulares alrededor de su eje (precesión) para posibilitar un equilibrio entre todas las zonas de la tierra en el tiempo/espacio Pacha y por lo tanto en la distribución de las grandes épocas anuales ; así como también en las grandes eras de mil ciclos (Intis) o de quinientos ( Pacha Kutiks) que establecían justicia  cosmogónica a las  “razas”: amarilla, blanca, negra y roja.





En los equinoccios, en estas “tierras del Ki” o del centro del planeta tierra To, el sol sale hacia el Este exactamente y cae perpendicular sobre los templos cilíndricos que desde hace siglos tenían la misión de guardar el fuego nuevo solar e iniciar el ciclo anual, especialmente en marzo: Mushuc Nina. En el equinoccio de septiembre la fiesta era más bien lunar, femenina y de agua.

Pero en los solsticios, a causa de la inclinación del eje de la Allpa Mama, el sol sale en su orientación extrema en el norte (Trópico de Cáncer) y asume una dirección al despuntar el alba Nor este- Sur Oeste, iniciando así la época seca y de verano para el Ecuador y el hemisferio norte; he ahí la significación sagrada de esta dirección y época en donde las mismas plantas se orientan reverentes hacia el padre Sol en su viaje y se inician las fiestas y rituales del tiempo de calor, fuego y vientos.




A causa de la órbita de la Tierra alrededor del Sol que no es circular sino elipsoidal, esta época es también aquella en que la el sol se aleja más de la Allpa Mama (afelio) y es por eso que hay que rogar al sol que no se vaya y vuelva pronto a estar más cerca nuestro (perihelio); por eso había que hacer las invocaciones y rituales de « amarrar al sol » en las piedras de poder o Inti Watanas.

Es entonces como ahora en Catekilla y en otros sitios sagrados de estas tierras de la mitad como Shungo Loma (El Panecillo), Rumicuchu, Pirámides de Cochasquí, Itchimbía, Guanwiltawa, Pambamarka, Puntiachil, etc. etc. se comienzan nuevamente a celebrar los ritos de inicio del año andino en el equinoccio de marzo, que corresponden en el hemisferio norte al cambio de estación primaveral y a nuestro PAWCAR RAYMI o fiesta florida equinoccial, a la del PUNLLA TUTA o fiesta del sol recto, al MUSHUK NINA o fiesta del fuego nuevo; no a la fiesta de los látigos y de los ritos sangrantes y masoquistas, a “la tragedia” de los cucuruchos judeo-cristianos.

En ese contexto se vuelve a actualizar y resignifcar la cosmología andina ecuatorial primordial, las fiestas y rituales de los solsticios y equinoccios, cada vez buscando recuperar nuestros ritos y ceremonias solares y lunares ancestrales.

HACIA LAS NUEVAS Y SIEMPRE PRIMORDIALES IDENTIDADES ECUATORIALES






La tierra sagrada que hoy llamamos Ecuador, tierra del paralelo ecuatorial, de Qui-to o tierra del centro o mejor del “Aqua d’or”:  fértil territorio de las aguas áuricas, ha constituido desde tiempos ancestrales no solo lugar de encuentro para los pueblos y culturas andinas, amazónicas y del Pacífico, sino también para los pueblos de la misma Amaru-ka o “tierra de la serpiente sagrada”, aquel mágico continente que con su configuración física y sus cadenas volcánicas, representa el reptar simbólico de la serpiente Amaru y que hoy más que nunca, nos anuncia el retorno espiral del tiempo-espacio de volteo, el punto de inflexión de este nuevo espacio/tiempo Décimo Pacha Kutik.

Sí, porque el mítico “Reyno de Quito», en el necesario construir de identidades de Juan de Velasco en el siglo XVIII; de las “Tierras del Qui” para los visionarios esposos Costales a fines del siglo XX, o del “Reino de los colibríes”, en la bella acepción del poeta andino ecuatorial Carrera Andrade, Kitu siempre fue, ha sido es y será el asiento de una milenaria civilización, que hoy apenas comienza a ser develada…Y es en este nuevo tiempo, en este despertar, en este gozoso alumbramiento de una verdadera “nueva época”, donde ubicamos el sentido y valor de nuestra “Pacha tierra sagrada” ecuatorial.




Siendo constructores y reconstructores cotidianos de identidades, internándonos en aquellos cromáticos senderos será como podremos encontrar el recto alineamiento hacia una sabiduría del equilibrio del ser ecuatorial; de aquel saber que estuvo escondido y que hoy está volviendo a emerger en nuestra mente y en nuestro corazón y también, por qué no, en nuestro territorio y que estamos seguros va a devenir la simiente y matriz de nuestras futuras identidades.

De este manera, comienza a tejer y deshilar antiguos y nuevos relatos, mitos y leyendas de las ancestrales Tierras del Qui, búsqueda que constituye también la constatación de la mixtura y el palimpsesto que actualmente somos; el resultado de aquel feroz encuentro entre los hijos del sol recto con aquellos de la barbarie hispánico occidental de aquella época; encuentro después del cual -queramos o no aceptarlo- quedaron definitivamente impresas en nuestros genes y en nuestra sangre nuestras identidades andina, amazónica y pacífico ecuatoriales, las mismas que en una sabia y paciente espera renacieron y fructificaron desde las cenizas de nuestros abuelos, para luego retornar con la fiereza y la rudeza del huracán.




El “el ser racional y cientificista” inventado y heredado del mundo greco-latino, ha estado orientado por la paranoica búsqueda del UNO no diverso, del uno absoluto y autoritario, en suma del uni-verso y nunca del “multiverso”; de aquel UNO feroz que rige en las tres belicosas religiones monoteístas del mundo actual: islamismo, judaísmo y judeo- cristianismo, que hoy se ven enfrentados en una lucha capitalista, global y maniquea por la conquista del planeta, en una lucha mesiánica entre los supuestos “eje del bien” y “eje del mal”, que felizmente no nos competen y peor aún nos deberían preocupar.




Por el contrario, el “unidiverso” andino ecuatorial con el que soñamos constituye entonces el cielo y el territorio “del otro” de la diversidad y de la variedad, del holon y de lo holístico, de aquella eufemística “alteridad” inventada por euro-occidente para sanar su culpable pecado capital, su brutal genocidio, su irrespeto por las culturas diferentes (léase “inferiores”) y a las que creyeron “civilizadamente” aniquilar, pero que hoy siguen encontrando como en el mito del Inkarri su cuerpo y su cabeza, luego de haber sido fragmentadas como el Shyri Daquilema o el inca Tupac Amaru, perseveran siempre en la búsqueda de su íntegra totalidad. Aquella misma totalidad que ahora nos convoca para cargarnos con la fuerza femenina de la tierra, del agua y de la luna de nuestra Patria, no aquella “patria” de los patricios grecolatinos, sino de la Pacha Tierra Sagrada Equinoccial.
En adelante, será el cóndor quien guíe nuestros pasos y domine nuestro cielo con su visionario volar; será el puma quien asuma otra vez con sus pisadas la reconstitución de los páramos y bosques andinos depredados para pastorear la gula carnívora del conquistador; será la serpiente cíclica que se escurre en lo celeste y en el agua de las cochas y los lagos de nuestra venerada Allpa Mama y, será en éstas y en otras páginas pioneras de un nuevo simbolismo ecuatorial en donde deberemos internarnos con nuestra propia creatividad para contradecir la “Historia” inventada por los pensadores de la “modernidad” y “el progreso”, por las mentirosas enseñanzas de la historiografía occidental y las mismas y repetitivas ideologías euro centristas de una “novísima” post- modernidad de quienes nunca supieron comprender lo que significaba una “cosmovisión”, es decir una visión cósmica del ser y del estar: aquella de nuestros ancestros.





Así, la identidad equinoccial aportará también en develar nuestros mundos internos que están todavía por suerte ocultos a la faz de los inquisidores de ayer y de hoy. Ahora estamos claros que si la experiencia de habitar el “centro del mundo”, debió constituir para nuestros ancestros una experiencia primordial y sagrada, el conocimiento y valoración de las claves de nuestra habitación en el chakra corazón del mundo, nos permitirá gradualmente la reconstitución de las identidades ecuatoriales  primordiales y es en esa búsqueda que descubriremos el vector de nuestra organización social, política y territorial futura, es decir el estatuto ontológico de las culturas y pueblos del Ecuador del siglo XXI.

Es en medio de la rigidez amorfa de un planeta global en caos que por fortuna no es el nuestro, es en estas tierras que constituyen el punto de encuentro entre  las energías “del mundo celeste” y del “mundo terrestre”; es en este Ecuador Continental nuestro, tangible y actual religado con aquel Ecuador Ultramarino allende el océano que han ido constituyendo nuestros compatriotas, como podremos construir un nuevo mundo de acogida para los nuevos hombres rojos, amarillos, blancos y negros del planeta que deseen venir a crecer en pacífica, diversa y fructífera convivencia y, es precisamente la búsqueda de este sendero la que nos invita a seguir caminando, siempre buscando en nuestro sol ecuatorial la “unidiversidad”, la dualidad y la complementariedad de nuevos y deslumbrantes arco iris.

KI TU EL SHUNGO O CORAZÓN DEL MUNDO ANDINO ECUATORIAL

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Diego Velasco Andrade




El espacio de las sociedades de tradición a diferencia del de las contemporáneas dice el historiador de culturas Mircea Eliade, no es “homogéneo”, él presenta rupturas, roturas, desgarraduras, hay ciertas porciones de espacio cualitativamente diferentes de otras; esta “no homogeneidad espacial” se traduce en la experiencia arquetípica de oposición entre el “espacio sagrado”, aquel que “existe realmente” y otro extendido, común y profano que lo entorna.

Hay entonces “espacios sagrados” fuertes y significantes y otros llanos y sin estructura, amorfos y sin energía. Digamos que la experiencia religiosa de la no homogeneidad del espacio en las Tierras del KI, debió constituir para nuestros pueblos ancestrales una experiencia primordial comparable a una “fundación de mundo”. Esa ruptura operada en el espacio buscando un corazón o centro, permitiría la constitución del mundo ecuatorial en el valle de Lullumpampa y en las cuatro direcciones sagradas, a partir del cerro o pirámide de Katequilt o Katequilla, como lo demuestran con técnicas arque-astronómicas contemporáneas los científicos ecuatorianos del proyecto QUITSATO (www.quitsato.org)



Aquella constitución matriz en nuestro ordenamiento territorial, aquella centralidad primordial descubriría el “punto fijo”, el punto angular de toda orientación futura para la civilización Kitu Karanki; aquel axis mundi que jugaría el estatuto ontológico para la existencia de las culturas ancestrales del actual Ecuador, a las que el jesuita riobambeño Juan de Velasco llamó en su tiempo y comprensión colonial de manera poética: “El Reino de Quito”.



LA TIERRAS DEL SOL RECTO EQUINOCCIAL




El mismo Mircea Eliade, en su obra Lo Sagrado y lo Profano, conduce su mirada a la estructura misma de la creación del espacio en las sociedades de tradición ancestral, explicando su origen y señala que “puesto que el espacio es simbólico, ubicar y ocupar un CENTRO constituye una experiencia espiritual primaria de toda civilización”…de tal manera que la experiencia de aquel “espacio sagrado” hace posible una “fundación de mundo”;  ahí donde aquella centralidad se manifiesta, el espacio real nace a la existencia; pero esta irrupción no se limita a proyectar un punto fijo en el medio de la fluidez amorfa del espacio profano, una suerte  de “cosmos en el caos”, sino que su aparición genera también la noción de un eje axial vertical sobre el paisaje que efectúa también una relación axial entre “el mundo del cielo” HANAN PACHA y el “mundo de la tierra” KAY PACHA; entre el mundo celeste, el de los seres humanos y aquel del inframundo UCKU PACHA, los tres mundos matrices de la cosmovisión andina y de todas las culturas milenarias.



En ese contexto, la noción de CENTRO DEL MUNDO, a partir del cerro o gran tola de KATEQUILT, definiría una cuestión vital en el desarrollo de la civilización andino ecuatorial, pues la constitución de ese “paisaje histórico cultural” llamado desde diferentes ópticas “Reino”, “Estado” o “Señorío” de KI TU, debió haber coincidido con la aparición de una arquitectura monumental: aquella de las TO-LAS, tumulis o pirámides de tierra que caracterizan a nuestra civilización ecuatorial; así como con la búsqueda de una escritura simbólica en cerámicas, objetos metálicos simbólicos, sellos, tapices, vestuario y en fin, en el mismo territorio, a través de la localización de pukarás, templos, caminos, e hitos geodésicos y astronómicos llamados wankas, piedras volcánicas y de inti watanas, piedras rituales alineadas en base a ceques o radios de organización comunitaria y espacial; en suma, con el ordenamiento del mítico “caos original” para el desarrollo de “su civilización de centro de mundo”, aquella a la que también pertenece la del KI TU milenario y ancestral.

Basándonos en la etimología del fonema Tsafiqui (lengua tsáchila) “KI” (centro o lugar) y de otros conexos como TO (tierra o mundo), a despecho de otros “intelectuales” funcionales a la fundación española, nosotros sostenemos que la conciencia espacial de los habitantes del “ecuador precolombino”, estuvo desde sus orígenes, íntimamente ligada al conocimiento geodésico y cósmico de su ambiente sagrado.



Así, la utilización de toponímicos relacionados con el prefijo o sufijo KI tales como Kitu, Pusuki, Pumaski, Cochaski, Kinchi o Sangol, (por nombrar solo unos cuantos en la micro región de la actual ciudad de Quito), nos permite inferir un ordenamiento ancestral de las Tierras del KI; igualmente, que esta conciencia estaría estrechamente ligada a cifrar una escritura geodésica y simbólica del CHAWPI ÑAN o INTI ÑAN, camino del sol de este a oeste exacto en los equinoccios, pues es necesario remarcar que la palabra ki-t-chwachawpi“, contrariamente a la palabra castellana “centro” puede también significar el medio, la mitad o el camino de un extendido lineal entre dos campos o quizás “entre dos hemisferios”; de allí que si INTIÑAN significa camino del sol, CHAWPIÑAN querría decir “camino o soga de la mitad” del mundo: aquella línea equinoccial tan afanosamente buscada y “mal calculada” por los geodésicos franceses y por la ciencia racionalista occidental del siglo XVIII.


HACIA EL VERDADERO CORAZÓN DEL “REINO DE LOS COLIBRIES”



Desde tiempos inmemoriales la forma y el centro de la tierra constituyeron un problema para los sabios de Egipto, Babilonia y Grecia. Luego, los científicos de la “Europa cartesiana” buscaban conocer la forma de la tierra y el lugar por donde atravesaba exactamente la línea ecuatorial. Si Newton tenía razón, la Tierra debía ser aplanada en los polos y ensanchada en el “ecuador”; entonces la Academia Francesa de Ciencias envía dos misiones geodésicas: la una hacia el polo norte y la otra hacia la zona ecuatorial para medir “in situ” la longitud de un arco de meridiano equivalente a un grado.

Si la expedición polar enviada a Laponia pasa su aventura sin mayores contratiempos, la expedición llevada a cabo en la región del antiguo “Reino de Quito” (llamada entonces Real Audiencia de Quito) estuvo marcada por interminables disputas entre los científicos e incluso por la muerte o desaparición de algunos de ellos.



Sin embargo de que la famosa expedición de La Condamine determina en 1736 la que creíamos la “posición exacta” de la línea equinoccial, es decir una latitud cero en el largo máximo o “cinturón de la superficie terrestre” y la localizan a 20 Km. al norte de Quito, un hallazgo contemporáneo bajo la utilización de nuevos sistemas de posicionamiento geográfico satelital (PROYECTO ETNO CIENTIFICO QUITSATO), ha demostrado que un semicírculo de piedra en la cima de una pequeña montaña casi desértica y convertida hasta hoy por inescrupulosos mercaderes en lugar de explotación de polvo de arena para la construcción: CATE-KILLA, situada a 200 metros de la posición determinada por la expedición francesa, señala la verdadera “mitad del mundo” y que ésta pirámide natural, así como otros lugares por donde atraviesa la línea equinoccial (la nueva mitad del mundo erigida cerca de Cayambe, Lumbaki en la amazonía, Isla Isabela en Galápagos o Pedernales en el Pacífico) constituirían desde hace mil años un alineamiento sagrado y primordial para la civilización KITU-CARAN-KI, el camino o la soga de la mitad.



Esto demuestra que los conocimientos astronómicos de “los hijos del sol recto”, en los alrededores del año 1200 y mucho antes de la expansión de los inkas, fueron tan altos como aquellos de los egipcios, babilonios, mayas o aztecas, pues estuvieron familiarizados en su relación  con los puntos cardinales y las constelaciones como la de Escorpión, Osa Mayor, Orión, estrella Sirio y con la misma Cruz del Sur; pero en especial con el conocimiento del movimiento de precesión de los equinoccios, debido a la inclinación del eje de la tierra (23º 27`) y por lo tanto, con el ángulo de la eclíptica que influye en la aparente variación de las salidas y puestas del sol o TAITA INTY (no del “dios sol”), durante las cuatro grandes partes astronómicas y rituales del año: dos solsticios y dos equinoccios; conocimientos todos que fueron magistralmente diseñados en la estrella solar KITU-KARANKI cuyas expresiones arquetípicas se encuentran en otros símbolos de culturas ecuatoriales.



Para determinar los equinoccios y solsticios de manera exacta, los pueblos del centro del mundo contaban con un sistema muy simple y por lo mismo admirable para su tiempo: utilizaban un gran cilindro sin techo, como aquel del hoy desaparecido templo de PUNTIACHIL en Cayambi (Gustavo Guayasamín, 1992), hecho de cangawa1 y piedras, de aproximadamente dieciocho metros de diámetro y ocho metros de alto, con una puerta de entrada para el ingreso del TAYTA YACHAK, aquel sacerdote y astrónomo encargado de encender el fuego equinoccial con el reflejo del sol en espejos metálicos sobre una chamiza o  sobre algodón vegetal y luego mantener y repartir el fuego nuevo, siendo también el encargado de orientar la vida social, cultural y el calendario agrícola y ritual en estos territorios ecuatoriales.



A pesar de su aparente simplicidad, aquel cilindro constituía un observatorio astronómico complejo y un lugar privilegiado para la observación ecuatorial del movimiento del sol cuando este se encontraba próximo al cenit; la fecha cuando el sol iluminaba totalmente el fondo del cilindro y no proyectaba ninguna sombra, -ni adentro ni afuera-, era la hora cero o la del “sin tiempo”, del pasaje horizontal del sol de este a oeste exactos, del camino juguetón del TAITA INTY sobre la soga sagrada del CHAWPIMUNDO ( 21 de marzo y 22 de septiembre respectivamente).

He ahí entonces, la real y ancestral significación del actual nombre de ECUADOR (línea que une y “no divide” a los dos hemisferios como señalan los científicos de Quitsato) y el de KI-TU (no exactamente la ciudad actual) sino el de la “tierra del centro” o “mitad de la tierra” para la búsqueda y construcción de nuestras pasadas, actuales y futuras IDENTIDADES ANDINO ECUATORIALES.


1 Cangawa: adobe, Masa de barro mezclado a veces con paja, moldeada en forma de ladrillo y secada al aire, que se emplea en la construcción de paredes o muros. (Nota del editor)