Celebración de la nueva vida

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La gran celebración Andina Equinoccial realizada por los ancestros desde hace miles de años estuvo ligada a los ciclos naturales de la Tierra y los Astros. En Diciembre, luego de la siembra del maíz, las nuevas generaciones, jóvenes y niños eran homenajeados ya que de ellos dependía el futuro de la sociedad, ellos continuarían los rituales y mantendrían los conocimientos y sabiduría aprendidos por milenios de la observación atenta, la comprensión y amor a lo natural.

¡Celebremos nosotros también junto con el renacimiento del Sol en el cielo, el día del solsticio, a la vida y las nuevas generaciones para que no se olviden nuestras verdaderas raíces!.

LAS TIERRAS KITWAS O LAS TIERRAS DEL KI

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Quito mirado por Ximena Flores Venegas


Quito, “paisaje multicultural de la humanidad”, desde tiempos ancestrales ha constituido no solamente lugar de encuentro para los pueblos y culturas andino- amazónicas y Pacífico-ecuatoriales, sino aún de la misma Amaru-ka o “tierra de la serpiente sagrada”, que con su reptar anuncia el cambio espiral de la pacha o tiempo-espacio cada 500 años: en un Pachakutik

Su posición equinoccial de lugar del centro del mundo, o morada del “sol recto”, atrajo desde tiempos ancestrales a diversas poblaciones que se instalaron en su meseta, colinas y valles adyacentes, al borde de inmensas cochas hoy devoradas por el “progreso urbano”, tal el caso del que habrá sido el inmenso lago-represa de Aña-kito, desecado lamentablemente por los invasores para el pasto de sus ganados vacuno y ovino, que no son originarios de estas tierras.



Así, el mítico “Reyno de Quito», en el necesario hallazgo identitario de Juan de Velasco en el siglo XVIII o el “Reino de los colibríes” en la poética acepción de Carrera Andrade, debido a la multitud y diversidad única en el mundo de esta diminuta ave sagrada KI-NTI o KINDE, las milenarias Tierras del KI, han sido el asiento central de una verdadera “civilización ecuatorial” que recién hoy empieza a ser advertida, valorada y develada…



A inicios del siglo XVI, cuando la macro sociedad inka termina por “adscribirla” a su organización cósmico territorial, ya constituye la capital y el centro ceremonial floreciente del CHINCHAY SUYU, reflejo sagrado de la constelación de CHINCHAY: la de las siete estrellas que forman el “mono chincha” en nuestra cosmovisión andino ecuatorial (la de Osa Mayor para los occidentales) y que se tiende a los pies del volcán KI-CHINCHA montaña tutelar de los naturales de Kitu, y hacía parte de la más grande unidad política y cultural de AMARU-KA: el gran TAWA-INTI-SUYU : las cuatro partes o regiones del sagrado mundo solar andino…




Mas, a la llegada de los españoles durante la tercera década del siglo XVI, Rumiñahui decide quemarla en su retiro hacia una resistencia de “guerrillas” y poner a buen recaudo los tesoros materiales y cosmogónicos Kitu-Incas, antes del arribo del ex “porquerizo” y analfabeta español Sebastián Moyano, con su alias morisco “Ben-Alcázahar” lugarteniente del muy “noble y leal” Francisco  Pizarro, asesino a traición del inca quiteño Atawallpa en Caxa Marka.

Así, la fundación española de “un San Francisco de Quito de pesadilla” el 6 de Diciembre de 1534, se realiza luego de la primera y apurada “fundación” en territorio Puruway, de la Santiago de Quito a orillas de la laguna de Colta o Kulta Kucha actual Provincia del taita Chimbu-razu, en vista del avance de Pedro de Alvarado posible contendor en la empresa que luego cooptaría el cruel Ben-Alcázahar, quien en su ansiosa búsqueda de tesoros, llegará hasta el santuario ceremonial Kitu Karan-ki del Kinche actual pueblo e iglesia del Quinche, degollando a niños, mujeres y ancianos que se encontraban en su custodia, todo en su belicosa e infructuosa búsqueda de El Dorado.




Después, durante los siglos XVII y XVIII, en la capital de la Real Audiencia de Quito, se construyen iglesias y conventos, edificios públicos y residencias privadas, sobre los antiguos espacios sagrados (la gran kancha ceremonial Kitu en la actual plaza de la independencia) y sobre antiguos templos, edificios y casas kitu-inkas. Iglesias ahora, ornamentadas con altares en pan de oro, esculpidas y labradas en piedra por los mismos artesanos descendientes de KI-TUMBE el mitológico fundador de las tierras altas y bajas de KITU y TUMPES de la actual región andina y costera ecuatorial (HANAN Y URIN en la dualidad andina).





La ciudad metropolitana, “san franciscana” y desmemoriada del Quito contemporáneo, constituye UN PAISAJE CULTURAL MULTICULTURAL, el testimonio mudo de la mixtura y palimpsesto de las culturas ecuatoriales, andinas e indo americanas (por favor, no latinoamericanas) y las occidentales de tradición judeo-cristiana, desde hace casi dos mil años y no solamente un “patrimonio histórico” de un supuesto arte colonial europeo, transplantado mecánicamente a nuestras tierras desde su “fundación española”, como quisieran algunos estudiosos serviles a la colonización y la “madre Patria”.




EL “REYNO DE LOS COLIBRIES”

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Por Diego Velasco Andrade


“ECUADOR

Es un país irreal limitado por sí mismo,
Partido por una línea imaginaria
Y no obstante cavada en el cemento
al pie de la pirámide”

Jorge Enrique Adoum


Cuentan los abuelos que hace miles de años, después del diluvio universal que relatan los astros sagrados, una semilla de maíz pudo salvarse en la cima del Kápak Urku, nombrado por los curas españoles El Altar, para germinar con el soplo divino y florecer en el triángulo de energía formado por la Mama Tungurahua, el Taita Chimborazo y el mismo Kápak Urku. Entonces, el primer hombre rojo hecho de maíz y, la primera mujer hecha de quinua, empezaron a crecer y multiplicarse con los ciclos de la tierra, el aire, el fuego y el agua.



La mujer sería lunar y sujeta a los vaivenes del lechoso satélite; el hombre en cambio solar, cargado de la fuerza del fuego, mas siempre vulnerable al agua… Los dos cíclicos y complementarios, como la noche y el día, siempre naciendo con el amanecer y muriendo en el poniente, para renacer otra vez de sus cenizas con el alba. Algo similar sucedería en otras épocas y latitudes, -y en otros “diluvios”-, en la China con el hombre amarillo y el sagrado cereal arroz y en Egipto con el hombre negro y la alimenticia cebada, o en Eurasia con el hombre blanco y el dorado trigo.





Desde entonces, en las tierras primigenias de KITO: ancestral país de los kindes, kintys, colibríes o Tierra de la Mitad, los hombres de maíz y las mujeres de quinua, se dedicaron a inventar nuevos alimentos para el bienestar de sus hijos. El fréjol lo desarrollaron los hombres del sur de los andes ecuatoriales, los abuelos de los paltas, bracamoros y zarzas; la quinua y el amaranto los andinos centrales, tíos abuelos de panzaleos y puruwayes, cuyos abuelos llegaron desde las lejanas costas de Cara-quis, hasta la tierra de los míticos cóndores de nieve o Condorazos. La papa y la batata la procrearon los Cañaris, los hijos de la guacamaya y la serpiente, pero la aclimataron los pastos y killasingas (narices de luna), en la región más extrema del Chinchay Suyo, territorio sagrado de Chincha: la constelación del mono. Y, siguiendo después las direcciones de la Tawa sagrada, se dispersaron a los cuatro vientos. Por su parte, los Caranquis, aportaron con infinitas variedades de maíz…



Por eso, al explorar nuestras numerosas identidades ecuatoriales, deberíamos empezar a buscarlas en la natural cotidianeidad de nuestra vida diaria. Ahora sabemos por estudios genéticos, que las tierras ecuatoriales fueron el horno en donde se amasaron el sol y la luna, los principales productos de una alimentación sana y de otros tantos regalos de La Allpamama, que luego se expandirían en las cuatros direcciones de Amaruka y después a todo el planeta GAIA y que salvarían del hambre, en plena revolución industrial, a los racionalistas y omnívoros del norte, quienes en principio destinaron el maíz y la papa como alimento para su ganado, pero que luego se vieron obligados a sobrevivir a sus propias guerras y desastres, comiendo papas fritas, “pop corn” y bebiendo un jarabe hecho de las hojas de la Mama COCA



Bien vale volver a recordar entonces y a valorar nuestras más antiguas tradiciones solares y lunares; empezar a sentirnos otra vez, hijos del maíz y seguramente hijos de la papa y de la quinua y del amaranto y de la mashua; para asistir como en la profética leyenda del Tayta Atawallpa que: pasados quinientos años de oscuridad, asistiremos al regreso de miles y miles de sabios amautas, de agricultores, de escribas o quipucamayoks, de poetas o arawikos, en fin de los miles de “astronautas” de una Nueva Pacha Ecuatorial, todo para iniciar el florecimiento del Sumak Kawsay en el “tiempo-espacio que vuelve”, en este Décimo Pacha-kutik, el del retorno.





Por ello, en el presente texto queremos de manera, quizás poética y simbólica echar una mirada ancestral para valorar nuestras identidades primordiales en el contexto amplio de la cultura de los pueblos ecuatoriales andinos, litorales, insulares y amazónicos y desde múltiples perspectivas, pero sobretodo desde una “Cosmovisión” y no desde cualquier y maniquea “ideología” al uso y/o abuso del etno-centrismo judeo-cristiano.